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viernes, 25 de octubre de 2013

MALTRATO.

Tras varios incidentes de lesiones el caso acabó en el juzgado, el magistrado ordenó el alejamiento perpetuo de la parte agresora, a pesar de todo el alma errante sigue visitando su cuerpo en coma.









EPITAFIOS


   



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Sólo le pido a Dios que tenga piedad con el alma de este ateo.
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jueves, 17 de octubre de 2013

Miedo

Pensé que, tras pasar interminables años recorriendo estos pasillos, sabía todo lo que hay que saber de mi oficio. Me equivoqué. Creí que no existía ni un solo rincón que no hubiera explorado una y mil veces; que no habría nada que escapase a mi control. Y por ello, me sentía amo y señor de todo lo que hubiese entre estas paredes. De hecho, la oscuridad era mía, la perpetua soledad… incluso el aire viciado y la humedad de catacumba eran mías también. El frío era frío no porque se filtrara por la grieta, sino aquello que dejaba la gélida estela de mis pasos. Y es que los fantasmas somos de condición huraña, y terriblemente celosos de nuestra causa y secreto encierro. Pero ahora, siento que estos sótanos de silencio ya no me pertenecen del todo. Un silencio sólo roto por el sempiterno repiqueteo del agua que se escurre… pero que ahora, cada cierto tiempo, me regresa el eco de otros pasos furtivos. Quién es, de dónde, y cómo vino, no puedo saberlo ni comprenderlo. Porque lo creo imposible. Y aunque no pueda ser, me hace sentir cosas que obviamente ya había olvidado. ¿Acaso esto es miedo?

Este microrrelato está escrito por Hogdson.

jueves, 3 de octubre de 2013

Rigoris Luctus.

No vertí una sola lágrima mientras preparaba el riguroso luto por mi hermano gemelo.
En realidad no recuerdo haber llorado nunca. Mi madre se limitó a ignorar mi existencia. Si me guardó algún cariño supo mantenerlo ausente, pues mis mejillas jamás conocieron el tacto de sus labios. Mientras dormía, alcé el velo negro con el que cubrí su rostro para poder besarla, entonces comenzó su agonía. Si la muerte le sobrevino aquel frío amanecer o decidió abrazarla en el ocaso, para ella ya resulta irrelevante.
El molesto resuello nasal de mi padre acompañó durante años al pausado soniquete de las manecillas del reloj. Abrió los ojos. La serenidad abandonó su semblante al intuir mi presencia. Su enjuta figura quedó pronto doblegada por mi aliento. Erguido ahora frente a mi madre, parece observar su quietud sin parpadear.
Sentados los cuatro alrededor de la mesa, inertes y en silencio, creo derramar una lágrima. Al fin siento que formo parte de la familia.